miércoles, 6 de febrero de 2013

Dalí

¡Hoy es miércoles de invitado especial! Dinorah Pesqueira nos honra inaugurando este espacio. Ella es lingüista, narradora, correctora de estilo, consejera en asuntos de proyección e imagen verbal y… amante de los gatos. Razón por la cual decidió compartirnos la historia de un minino esponjado y platicador, llamado Dalí.

Dalí
(noviembre 2002-noviembre 2012)

Por Dinorah Pesqueira

Lo conocimos el 18 de diciembre de 2002. Era un tabby de pelos larguísimos y ojos enormes; pardo, feo y con los bigotes recortados. Tenía la panza inflada. Era un globito lleno de parásitos y una maquinita de diarrea. Llevaba tres semanas viviendo en la casa de una pareja divina, que rescataba gatos de la calle. Apenas tenía unos días de haber nacido cuando lo encontraron a él y a sus hermanitos.


La chica que lo cuidaba nos dijo que era necesario que el gatito pasara unos días más con sus hermanitos y con otros gatos, para jugar con ellos, imitarlos, aprender a acicalarse y usar el arenero. El 31 de diciembre fuimos a recogerlo. Había crecido un poquito y estaba aún más panzón. Era muy pequeño; cabía sentadito en mi mano. En cuanto lo subimos al coche su actitud se apoderó de nosotros. Ronroneaba en nuestros brazos y se acurrucaba dulcemente en mi cuello, suspirando, como si con eso quisiera decirme “gracias por tenerme junto a ti.”

Pasaron varios días y no decidíamos aún cómo se llamaría. A mi papá le gustaba usar nombres o apellidos de pintores para nuestros gatos, por eso mi prima sugirió llamarlo Dalí. Era irónico, porque el gatito casi no tenía bigotes.

Dalí era un bebé que necesitaba dormir mucho, pero no se despegaba de nosotros. Cuando teníamos que hacer trabajos en la madrugada, Dalí hacía lo posible por estar despierto, acompañándonos. Se acostaba sobre la mesa, junto a la computadora, sobre los libros, detrás de la pantalla, encima de las fotocopias, o donde fuera, pero junto a nosotros todo el tiempo.

Un día se asustó, se esponjó y así se quedó el resto de su vida. Dejó de ser pardo; su pelaje se hizo dorado con rayas negras. Le salieron pelitos entre los dedos, parecía que usaba pantuflas afelpadas. Se puso guapísimo y de broma le decíamos que su historia era como la del patito feo, pero él era el gatito feo.

Era muy platicador. Siempre que le preguntábamos algo, nos respondía, y tenía toda una variedad de sonidos para conversar con nosotros: ronroneos largos y cortos mezclados con maulliditos de bajo volumen para indicarnos que era momento de jugar; maullidos largos y ronroneos parejos para saludarnos; un maullido bajito y corto acompañado de una mirada intensa para decirnos que nos quería mucho; maullidos eternos y durante horas para reclamarnos por haber estado fuera de casa mucho tiempo (incluso se quedaba ronco); maullidos entrecortados para suplicar que abriéramos el grifo porque quería agua en movimiento; maullidos graves y firmes para exigir que removiéramos sus croquetas porque las que estaban hasta arriba ya no tenían olor a recién servidas. También aprendió a cantar conmigo. Yo cantaba un verso y él maullaba, como haciendo los coros. Sus canciones favoritas eran "Don't you cry", de Guns & Roses y "Close to you", de The Carpenters.

Fue dulce, amoroso, dormilón, cantador, maullón y muy ronroneador. Amaba los libros, estar entre ellos o treparse a los libreros. Sus espacios favoritos, además de la cama, eran nuestras pequeñas bibliotecas. Intentamos darle un hermano gato y no lo quiso. Nunca lo vimos tan agresivo como el día en que metimos a otro en casa. Bufó, gruñó y echó pleito sin parar durante un día y medio. Así supimos que sería gato único.  No le gustaban los niños, ni los extraños, pero le encantaba que nos visitaran nuestra familia y nuestros amigos. La única que podía tocarlo y cargarlo además de nosotros, era mi hermana. Ella siempre lo cuidó cuando nosotros salíamos de viaje.

Nos dio diez años de amor gatuno. Se enfermó en agosto de 2012. Bajó la tercera parte de su peso, tenía diarrea y mucha hambre, aunque comiera en exceso. Estuvo internado un día; sus análisis no mostraron alteraciones. Le recetaron antibióticos y mejoró un poquito pero en cuanto dejaba de tomarlos, se ponía muy mal. El destino nos llevó a La Gatería. Ahí le diagnosticaron una alergia a una proteína. Estuvo en tratamiento. Dalí sabía que la medicina le haría bien y se la tomaba sin problema. Bastaba con que se la sirviera en un platito para que él llegara a lengüetear la dosis. Mejoró mucho y logró subir de peso. Aunque a veces estaba tristón, seguía cariñosísimo.

El 16 de noviembre empezó a perder el apetito. El lunes 19 cantó "Close to you" con nosotros, pero no lo veíamos bien. El martes le tocó ir a revisión y le tomaron muestras para nuevos análisis. El miércoles 21 dejó de comer. El jueves 22 de noviembre por la mañana era como un trapito tirado en el suelo y supimos que era hora de despedirnos. Hablé con su veterinaria y le expliqué la situación. Dalí se quejaba como nunca, algo le dolía y estaba muy mal, aun así, ronroneó en nuestros brazos y nos miraba a los ojos, como despidiéndose. Regresé de trabajar al medio día y la señora que nos ayuda y yo, lo llevamos envuelto en una cobija al hospital veterinario cercano a la casa. Lloramos mucho. Ahí lo besé por última vez, le di las gracias por diez años de amor y le dije que lo amaba. Maulló una última vez, un sonido corto y quedito, con ese tono en el que me decía "te quiero"...  después se fue, pero su recuerdo seguirá ronroneando en nosotros.

7 comentarios:

  1. Que bonita historia!! llore un poco con el final pero vale la pena disfrutar todo el tiempo con nuestros gatitos!!

    Saludos

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  2. vaya, como me hizo llorar
    hermosa historia
    que se mejoren por la perdida

    <3

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  3. Segunda vez que lo leo y segunda vez que me hace llorar. Hermoso texto Dinorah, un abrazo.

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  4. Dalí se parecía mucho a mi princesa, que también se fue en agosto del año pasado, ´su historia es muy parecida a la de Heidi y al leer esto me hizo recordar a mi niña y derramar unas lágrimas, en verdad estos animalitos son muy inteligentes. Un fuerte abrazo

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  5. que linda historia pero un final muy triste que dolor tan grande perder a un hermanito=(

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  6. Llore y sonrei mientras leia la historia. Esta hermosa.

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  7. Uffff... estoy terminando de leer y moqueando... volteo a ver a mis dos pequeños y les agradezco tanto el estar a mi lado, no sé que haré cuando llegue el mismo momento. Me conmovió mucho tu historia, gracias por compartirla :)

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