¡Hoy es miércoles de invitado especial! Dinorah Pesqueira nos
honra inaugurando este espacio. Ella es lingüista, narradora, correctora de
estilo, consejera en asuntos de proyección e imagen verbal y… amante de los
gatos. Razón por la cual decidió compartirnos la historia de un minino esponjado y platicador,
llamado Dalí.
Dalí (noviembre 2002-noviembre 2012) |
Por Dinorah Pesqueira
Lo conocimos el 18 de diciembre de 2002. Era un tabby de
pelos larguísimos y ojos enormes; pardo, feo y con los bigotes recortados.
Tenía la panza inflada. Era un globito lleno de parásitos y una maquinita de
diarrea. Llevaba tres semanas viviendo en la casa de una pareja divina, que
rescataba gatos de la calle. Apenas tenía unos días de
haber nacido cuando lo encontraron a él y a sus hermanitos.
La chica que lo cuidaba nos dijo que era necesario que el
gatito pasara unos días más con sus hermanitos y con otros gatos, para jugar
con ellos, imitarlos, aprender a acicalarse y usar el arenero. El 31 de
diciembre fuimos a recogerlo. Había crecido un poquito y estaba aún más panzón. Era muy pequeño; cabía sentadito en mi mano. En
cuanto lo subimos al coche su actitud se apoderó de nosotros. Ronroneaba en
nuestros brazos y se acurrucaba dulcemente en mi cuello, suspirando, como si
con eso quisiera decirme “gracias por tenerme junto a ti.”
Pasaron varios días y no decidíamos aún cómo se llamaría. A
mi papá le gustaba usar nombres o apellidos de pintores para nuestros gatos,
por eso mi prima sugirió llamarlo Dalí. Era irónico, porque el gatito casi no
tenía bigotes.
Dalí era un bebé que necesitaba dormir mucho, pero no se
despegaba de nosotros. Cuando teníamos que hacer trabajos en la madrugada, Dalí
hacía lo posible por estar despierto, acompañándonos. Se acostaba sobre la
mesa, junto a la computadora, sobre los libros, detrás de la pantalla, encima
de las fotocopias, o donde fuera, pero junto a nosotros todo el tiempo.
Un día se asustó, se esponjó y así se quedó el resto de su
vida. Dejó de ser pardo; su pelaje se hizo dorado con rayas negras. Le salieron
pelitos entre los dedos, parecía que usaba pantuflas afelpadas. Se puso
guapísimo y de broma le decíamos que su historia era como la del patito feo,
pero él era el gatito feo.
Era muy platicador. Siempre que le preguntábamos algo, nos
respondía, y tenía toda una variedad de sonidos para conversar con nosotros:
ronroneos largos y cortos mezclados con maulliditos de bajo volumen para
indicarnos que era momento de jugar; maullidos largos y ronroneos parejos para
saludarnos; un maullido bajito y corto acompañado de una mirada intensa para
decirnos que nos quería mucho; maullidos eternos y durante horas para reclamarnos
por haber estado fuera de casa mucho tiempo (incluso se quedaba ronco);
maullidos entrecortados para suplicar que abriéramos el grifo porque quería
agua en movimiento; maullidos graves y firmes para exigir que removiéramos sus
croquetas porque las que estaban hasta arriba ya no tenían olor a recién
servidas. También aprendió a cantar conmigo. Yo
cantaba un verso y él maullaba, como haciendo los coros. Sus canciones
favoritas eran "Don't you cry", de Guns & Roses y "Close to you", de The Carpenters.
Fue dulce, amoroso, dormilón, cantador, maullón y muy
ronroneador. Amaba los libros, estar entre ellos o treparse a los libreros. Sus
espacios favoritos, además de la cama, eran nuestras pequeñas bibliotecas.
Intentamos darle un hermano gato y no lo quiso. Nunca lo vimos tan agresivo
como el día en que metimos a otro en casa. Bufó, gruñó y echó pleito sin parar
durante un día y medio. Así supimos que sería gato único. No le gustaban los niños, ni los
extraños, pero le encantaba que nos visitaran nuestra familia y nuestros
amigos. La única que podía tocarlo y cargarlo además de nosotros, era mi
hermana. Ella siempre lo cuidó cuando nosotros salíamos de viaje.
Nos dio diez años de amor gatuno. Se enfermó en agosto de
2012. Bajó la tercera parte de su peso, tenía diarrea y mucha hambre, aunque
comiera en exceso. Estuvo internado un día; sus análisis no mostraron
alteraciones. Le recetaron antibióticos y mejoró un poquito pero en cuanto
dejaba de tomarlos, se ponía muy mal. El destino nos llevó a La Gatería. Ahí le
diagnosticaron una alergia a una proteína. Estuvo en tratamiento. Dalí sabía
que la medicina le haría bien y se la tomaba sin problema. Bastaba con que se
la sirviera en un platito para que él llegara a lengüetear la dosis. Mejoró
mucho y logró subir de peso. Aunque a veces estaba tristón, seguía
cariñosísimo.
El 16 de noviembre empezó a perder el apetito. El lunes 19 cantó "Close to you" con
nosotros, pero no lo veíamos bien. El martes le tocó ir a revisión y le tomaron
muestras para nuevos análisis. El miércoles 21 dejó de comer. El jueves 22 de
noviembre por la mañana era como un trapito tirado en el suelo y supimos que
era hora de despedirnos. Hablé con su veterinaria y le expliqué la situación.
Dalí se quejaba como nunca, algo le dolía y estaba muy mal, aun así, ronroneó
en nuestros brazos y nos miraba a los ojos, como despidiéndose. Regresé de
trabajar al medio día y la señora que nos ayuda y yo, lo llevamos envuelto en
una cobija al hospital veterinario cercano a la casa. Lloramos mucho. Ahí lo besé
por última vez, le di las gracias por diez años de amor y le dije que lo amaba.
Maulló una última vez, un sonido corto y quedito, con ese tono en el que me
decía "te quiero"... después se fue, pero su recuerdo seguirá
ronroneando en nosotros.
Que bonita historia!! llore un poco con el final pero vale la pena disfrutar todo el tiempo con nuestros gatitos!!
ResponderEliminarSaludos
vaya, como me hizo llorar
ResponderEliminarhermosa historia
que se mejoren por la perdida
<3
Segunda vez que lo leo y segunda vez que me hace llorar. Hermoso texto Dinorah, un abrazo.
ResponderEliminarDalí se parecía mucho a mi princesa, que también se fue en agosto del año pasado, ´su historia es muy parecida a la de Heidi y al leer esto me hizo recordar a mi niña y derramar unas lágrimas, en verdad estos animalitos son muy inteligentes. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarque linda historia pero un final muy triste que dolor tan grande perder a un hermanito=(
ResponderEliminarLlore y sonrei mientras leia la historia. Esta hermosa.
ResponderEliminarUffff... estoy terminando de leer y moqueando... volteo a ver a mis dos pequeños y les agradezco tanto el estar a mi lado, no sé que haré cuando llegue el mismo momento. Me conmovió mucho tu historia, gracias por compartirla :)
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