miércoles, 27 de marzo de 2013

Una familia única

Hoy es miércoles de colaborador invitado. En esta ocasión, nuestra colaboradora nos narra cómo se hizo de una familia grande, diversa y muy especial...

Morocho y Malcom
La historia es larga, así que tratare de hacerla lo más corta posible. Hace unos años tuve que dejar ir con otra persona a una perrita que adopté, me dolió mucho despedirme de mi compañera y amiga. Estaba tan triste, que mi hermana y mi novio se preocuparon por mí. Por un lado, mi hermana me dió dos cuyos: Segismundo y Godofredo, (los cuales aún están a mi lado); por otro, a los dos días, mi novio llegó con un lindo gatito tipo siamés: Titán.
La historia de Titán es la siguiente. Resulta que una gata llegó a parir a la casa de una compañera de mi novio y abandonó su camada. Durante varios dias el perro de la casa sacó croquetas de su plato para alimentrar a los gatitos; hasta que la dueña de la casa se dio cuenta y los fue regalando. A Titán nadie lo quería por ser muy chiquito, así que mi novio se lo pidio y me lo llevó. Pero Titán tenía un serio cuadro de desnutrición y aunque su veterinario y yo hicimos todo lo posible por salvarlo, perdió la batalla.

A pesar de tener a los cuyitos, yo estaba muy triste. Así que, dos meses después, contacté a Rescate Animal para la adopción de un hermoso minino negro. El proceso fue muy rápido, a la semana de
solicitarlo, Malcom llegó a casa a sus tres meses de edad.  Malcom es un bebé consentido, es el rey de la casa. Desde el primer día que llegó a mi lado, dejó muy claro que le gusta que lo mimen y lo halaguen, pero cuando él dice: basta, ¡es basta!

Malcom y los cuyos se llevaron de maravilla. Él siempre ha sido muy limpio. Cuando estabamos ya muy acoplados los tres, apareció en mi edificio un pequeño gatito negro de ojos amarillos, cachetón y maullador. Pero el día que quise agarrarlo, me dio un arañón muy fuerte. Una vecina logró ubicar dónde se escondía y empezó a ponerle comida y agua; el minino nunca ha sido sucio, pues hacía sus necesidades en una maceta abandonada. Un día dejé de verlo y supuse que se había ido. Resulta que lo trataron de envenenar y mi vecina (la que le ponía comida) lo encontró muy malito, lo llevó al veterinario y ahí estuvo muchos días, sedado. En ese momento aprovecharon para esterilizarlo y vacunarlo. Cuando el minino se recuperó, mi vecina lo llevó a su casa; pero no pudo permanecer con ella, pues se peleó con su gata y escapó.

Tardó un par de semanas en regresar al edificio y decidí ponerle una caja con trapitos, un arenero, comida y agua. Para mi sorpresa, el gatito pasaba ahí las noches. Poco a poco dejé que empezara a convivir con Malcom; así estuvimos alrededor de cuatro meses. Lo bauticé como Morocho (por negrito) y un buen día logré que por fin se quedara una noche entera en mi casa con Malcom y los cuyos. Para mi sorpresa, ¡la convivencia fue pacífica!

En junio se cumplirá el primer año de la llegada de Morocho, momento en que mi pequeña familia se completó. Ese par de felinos hace mis días y mis noches: amo verlos jugar y corretearse, ver cómo se bañan el uno al otro, cómo comparten el atún y en las noches, a la hora de dormir, es maravilloso que me presten un pedacito de cama para descansar con ellos. ¡Los amo! Morocho aún no se deja tocar; él es muy serio, pero le gusta que le platique. Malcom es como un gatoperro que me muestra la panza para que se la rasque y le fascina que lo cargue, eso lo pone a ronronear de felicidad.

Bueno, se trata de una larga historia, pero ¡es la mejor de mi vida!


3 comentarios:

  1. muy bonita histori, larga vida a tus mininos y a los cuyos :D

    ResponderEliminar
  2. Yo tambien tuve un godofredo era un hermoso perro salchicha q tuve la dicha de compartir 11 años de su vida y te entiendo cuando dices que es dificil ver la vida sin esa parte de ti me encanto tu historia yo tmb tngo una gataperro es negra con ojos ambar.

    ResponderEliminar