miércoles, 20 de marzo de 2013

Gateando en la historia

Hoy es miércoles de colaborador invitado. En esta ocasión contamos con las palabras de Hiram Soto, quien aprovecha el espacio para mirar hacia el pasado y reflexionar sobre el presente...


 Por Hiram Soto

Momia gatuna.
La historia de la humanidad siempre ha tenido un relación muy estrecha con muchos animales, pero, en especial los gatos ha sido sujetos de muchas narraciones y muchos eventos. Lamentablemente, algunos son francamente horribles.
Uno de los grandes historiadores, el estadounidense Robert Darnton[1] analiza un pasaje desastroso: “la gran matanza de gatos en la calle Saint-Séverin”. No hondaremos en los detalles por sobradas razones, pero si analizaremos cómo los abuelos franceses de nuestros gatitos fueron categorizados de una manera nada favorable. Y es que los felinos, en palabras de Darnton, tienen una ontología ambigua, un je ne sais quoi, o “algo misterioso”. Y aunque por un lado se les consideraba animalitos sagrados (los egipcios que los adoraban); por otro se les categorizaba como animales malignos (y aún hay personas que los consideran así). 


Estudio sobre gatos de Leonardo Da Vinci.
Nuestros ancestros gatos fueron, hacia los siglos XV, XVI y XVII, animales que se usaban en el carnaval, en el Mardi Gras, como objeto simbólico de muchas acciones abyectas entre las que destacan la infidelidad del hombre. También, estaba la no menos violenta ceremonia de San Juan Bautista (que era el patrono de los impresores), en la cual se inmolaban a los gatos para que no hubiera desgracias... En fin, la lista de ritos es larga y demasiado hirientes (y debería serlo para todos). 

Al respecto el historiador Darnton dice que si sentimos molestia, dolor, incomprensión y desasosiego por esta crueldad perpetrada hacia los gatos, se debe a que no entendemos esas aterradoras acciones como algo que habitualmente se daba en algunos países europeos. En defensa de sus tesis dice que los gatos representaban a la burguesía en una especie de psicología colectiva, es decir, un simbolismo a través del cual, por ejemplo el gremio de impresores y de trabajadores, podía expresar su malestar contra las clases pudientes. En otras palabras, ¡usaban a los gatos para canalizar sus frustraciones sociales!

Aquí es donde no coincido con el historiador, no creo que la crueldad a estos felinos se hubiera debido meramente a un malestar social y conocimiento íntegro (así lo expresa el autor) de la sátira de las clases bajas hacia una cada vez más consolidada burguesía europea. La tortura hacia cualquier animal tiene mucho que ver con el grado, sí, de cómo estamos con nuestros propios congéneres, qué tanto odio circula por nuestro cuerpo (independientemente de nuestro status quo: hay ricos como pobres que maltratan animales), qué tan superiores nos sentimos, qué tanto de goce hay en la crueldad hacia los animales. 

Gato blanco, M.C. Escher.
Desde mi punto de vista, Darnton erra al circunscribir la matanza de los felinos franceses a un simple malestar social. No dudo que hayan estado presente estos dos acicates, pero también creo que los seres humanos hemos sido malos con los animales en reiteradas ocasiones: por tabú, por nuestras creencias, por nuestra educación, pero sobre todo, porque no hemos aprendido a vivir en compañía de otros seres vivos que, como nosotros, tienen hábitos propios. Esto nos lleva a otro tema: no podemos juzgar a los gatos con el mismo criterio humano (pero esto es otra historia). 

Una de las lecciones que nos debe quedar bien clara de estos crueles pasajes es que hasta en esas imperdonables y espeluznantes acciones (ceremonias y ritos) los seres humanos siempre hemos necesitado de esos bigotones y ronrroneadores amigos, los gatos, para autoafirmarnos: como libres de maleficios, como objetos de fertilidad, de infidelidades, de buena suerte, de comunicación con lo ininteligible... La necesidad de ellos radica en que esa otra parte, el ganz andere como lo ha llamado Eliade, tiene que tener un referente terrenal. Lo malo de este vínculo es que hemos interpelado a los gatos para lo nefasto. Necesitamos de ellos, porque como escribió Karl Marx al referirse a nuestra condición: “no pueden representarse a sí mismo, deben ser representados”. Como defensor de los derechos de los gatos, lo mínimo que creo que podemos hacer, dado que los de los necesitamos para dar cuenta de nosotros, es: no maltratarlos.


[1] Usamos el libro “La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa”. México:FCE

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